Mujeres y maletas

Pasé el fin de año en la casa de Pedro, en un pueblo cuyo mayor orgullo era un castillo medieval en venta, o eso predicaba un cartel fluorescente colgado en el patio de armas. No me acordé de gritar: TENERIFEEEEEEEEE. De todos modos, dar la vuelta a la manzana, todavía tragando uvas y gritando los viajes que se esperan, mueve algo. Quizá me muevo solita. Solita no. Ya no recuerdo mi último viaje a la isla. (Nuestra, tuya, mía). Mediterraneo, mi charquito y la islita que tanto amo. Cambié el rumbo, arrastrada por los acontecimientos. Hacia el oeste donde se pone el sol. Hacia el Sur. Cerquita de África. Necesito el sol sobre la piel y el mar, aunque océano frío como hielo y oscuro. Si me dás la mano soy capaz de volar como la chica del cuadro que soy incapaz de encontrar porque no recuerdo quien lo pintó. Jodida memória de pez. Jodida memória. ¿Soy o estoy? No tengo ni idea de lo que la vida significa. (va por tí)

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