El sueño de un Fauvista

Mi abuelo se llamaba Maurice de Vlaminck. Nada tenía que ver con el Maurice de Vlaminck del Salón de otoño de 1905, compartían nombre y sueño de juventud. Mi abuelo nació el 1 de Julio de 1903 en Montgeron: el dia y el lugar de salida del primer Tour de Francia. El ganador fue Maurice Garin. Mi abuelo pasó los primeros dias de su vida sin tener un nombre. Mi bisabuelo, un hombre oscuro del que nos han llegado cuentos repletos de supersticiones (aunque esta sea otra historia) quería que su hijo llevara el nombre del triunfador de la carrera, a modo de buen augurio. Y así se llamó mi abuelo, Maurice. El 28 de diciembre de 1937, moria Maurice Ravel en París y en Durango, nacía mi padre Maurice de Vlaminck. Mi abuelo Maurice, que de joven soñaba en ser ciclista, como el pintor, puso a mi padre el nombre de Maurice por Ravel y no por tradición familiar, como podría parecer. Cinco años antes del nacimiento de mi padre, mi abuelo había escuchado el Concierto en Sol de las manos del mismo Ravel acompañado por Marguerite long en una sala de conciertos en Ginebra y había quedado absolutamente consternado. La noche de la verbena de 1979 mi padre conoció a Júlia, mi madre. Él tenía 42 años, ella 19. Se amaron profunda y efímeramente. El 21 de marzo de 1980 moría mi abuelo Maurice, en Durango, mientras mi madre me traía al mundo, en Barcelona. Pasé los primeros días de mi vida sin tener un nombre. Maurice de Vlaminck, mi padre, dejó Durango después de la muerte de mi abuelo, para no volver a pisar nunca sus calles, y viajó a Barcelona. Allí se encontró con Júlia que paseaba empujando un carrito de bebé con su bebé sin nombre. Maurice le contó la muerte de su padre y los dos estuvieron de acuerdo en mi nombre: Alma de Vlaminck.

El Maestro y Bougival

Entre la jaula de las fieras y Bougival, me quedo en Bougival. Tarde de otoño en manga corta y en el sótano de la escuela, casi a modo clandestino, asisto a la masterclass (más bien tímido y preciso diálogo con alumnos) del Maestro y por primera vez estoy convencida de haber tomado el rumbo correcto: alejarme del academicismo y jugar. El Maestro explica la importancia del teatro de objetos en la formación del anti-ego del director o del actor (prefiero no hablar de destrucción del ego ni, de nada): cuando el canal de comunicació con el público está fuera de tu cuerpo, en un objeto, una marioneta, títere, puppet, el centro de tu yo está fuera de tí. Nadie queremos ser títeres, pero tratamos a nuestro cuerpo como la marioneta que encarna el ego que creamos para afrontarnos al vacío de la soledad. Pero el teatro es comunidad, no es necesario el egocentrismo para ser un individuo dentro de un grupo. No es necesario masificarse para ser grupo. Jugar. Eso sí. Confiar en la intuición e investigar.